El artículo de hoy tiene la intención de compartir con todas vosotras un hecho personal relevante para mi propia formación. Tras cuatro años, he completado mis estudios en Psicología de la Gestalt.
En principio la formación debía durar tres años, pero la pandemia se cruzó por el camino e hizo que se prolongara casi un año más.
Muchas cosas han pasado en este tiempo, tanto a nivel social como a nivel personal. A nivel social y mundial, obviamente, lo más relevante ha sido la llegada del covid-19. A nivel personal la vida me ha confrontado con situaciones complicadas y dolorosas: mi pareja, mi hija, mi yerno y mi madre pasaron por el quirófano; mi padre murió hace ya dos años y el cuidado y atención a mi madre cambió mis rutinas diarias. Y, por supuesto, también han habido buenos momentos, que conste. Aunque en mi memoria prevalece la sensación de haber sido un periodo difícil, oscuro y complicado para mi.
En esta línea de lo personal, destaco que he estado y sigo «batallando» con algo mucho más profundo relacionado conmigo mismo, con quién soy en esencia. Las circunstancias de la vida y la propia Gestalt me lo han puesto en primer plano. Ha «hecho figura» destacándose del fondo, como los mismos principios gestálticos proponen. Me ha acompañado durante todo el proceso formativo siendo mi tema central de trabajo, mi «roca dura». Por momentos fuente de mi ansiedad y desconexión en algunos módulos.
Resulta muy difícil, diría que imposible, resumir lo que estos cuatro años de formación en Psicología de la Gestalt han supuesto para mí. Desde que empecé allá por enero del 2018 a la actualidad, el que escribe, no es el mismo. En cualquier caso, sólo puedo hablar desde mi experiencia y me consta que para cada una de mis compañeras ha sido distinta.
Cuando comencé, apenas si tenía una somera información de lo que era la Gestalt. Desde mi propio marco conceptual pasé casi todo el primer año poniendo el foco en las teorías, leyes y principios que la sostienen. Las herramientas y dinámicas de trabajo que nos proponían en cada módulo llamaban mi atención y trataba de hacerme con ellas. La comparación de esta formación con la ya realizada de Facilitación de grupos era permanente. Y con tanto poner el foco en lo externo…, me perdí, en parte, de mi mismo y de mi propia experiencia en la formación ese año.
Pero «tanto va el cántaro a la fuente»… El segundo año, fue otra cosa. Decidí dejarme llevar por las experiencias y dinámicas que nos proponían. Empezar a conectar con mi yo profundo y con mis dificultades para hacerlo. Y ahí, permanentemente estaba «lo mental» distrayéndome de lo fundamental. Resistencias y más resistencias, porque como pronto aprendí: «en lo que temes está la riqueza». Muchos eran (y son) mis temores.
Luego vino la pandemia y un impasse que tratamos de sostener manteniendo el contacto por videoconferencias, como entiendo hicimos la mayoría de nosotras.
Al regreso a la «nueva normalidad», reconectar con la formación del año de supervisión me costó mucho. Cada fin de semana que teníamos formación suponía un gran esfuerzo para mi. Miraba las sesiones que quedaban y tan sólo quería que el tiempo transcurriera para que se acercara el final de la formación. Aun así, todo lo que iba pasando módulo a módulo iba calando. Sobre todo me retaba el mantener una mirada introspectiva de lo que iba sintiendo y por qué.
Y acompañando a todo esto…, el grupo. Mi grupo de compañeras y compañeros con los que me he compartido hasta donde me ha sido posible sostener. Grupo diverso, rico y bastante confrontativo. Que me ha puesto delante múltiples «espejos» en los que mirarme y ver mis sombras. A parte de mis formadoras, este ha sido mi verdadero maestro. No podía ser de otra forma.
Aun no sabría explicar con claridad cómo ha ido evolucionando el «campo grupal» desde el inicio a la actualidad. Lo que sí sé es que en muchas ocasiones lo sentí hostil y poco acogedor. Si me paro a pensar, en el tú a tú con las compañeras no tenía grandes dificultades. El trato era cercano, amable y cordial en general. Pero como bien sé, un grupo es algo más que la suma de sus miembros, y este tenía una «energía» muy especial. Quizás el ambiente que yo necesitaba para confrontarme, para mirarme y para recolocarme.
De cualquier forma, la formación terminó definitivamente el pasado fin de semana. Ahora toca iniciar una nueva etapa. Integrar todo lo experimentado y aprendido para que sea fuente de mi autosostén, autocuidado y autoprotección. Y desde ahí, poder seguir adelante con mi vida y con lo que me salga al encuentro. Ahora, con la nueva mirada interna y externa que me ha traído la formación en Psicología de la Gestalt.
Cómo me gusta leerte, me reflejo, expresas de forma amable,cuidadosa y clara, me ayuda mucho leerte Gracias por tu corazón se tir y todo tu abrazos de amor