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El colibrí

Colibrí bebiendo

Cuando esta mañana me disponía a elegir tema para tratar en el blog, al abrir el wordpress, me encontré con un comentario a mi anterior publicación «¿Por qué no vamos todas juntas?«. Esto me ha hecho cambiar todos mis planes sobre el tema al que iba a dedicar esta publicación. El comentario enseguida me hizo conectar con el cuento de «El incendio y el colibrí».

Reproduzco aquí el comentario: «Gracias Ángel, tus reflexiones son un oasis en la sociedad actual, cada vez más parecida a una distopía literaria en donde el individualismo y la “depredación” de cualquier cosa, territorio, recursos e incluso personas se impone como modus operandi, despreciando la empatía, el altruismo, la verdadera generosidad y tantas otras cosas positivas para la colectividad.» (Jose Antonio).

Al leerlo algo se despertó en mi. Me llené de energía y me sentí nutrido y estimulado a seguir con esta tarea de escribir semanalmente. Era como si me hubieran dado una muy buena noticia.

Al principio no sabía muy bien por qué mi cuerpo había reaccionado así. Digo mi cuerpo porque, testándome, me daba cuenta de que era una mezcla entre algo físico y algo emocional. Sentía ganas de gritar de alegría, de reír, de salir al instante al encuentro de la naturaleza, de ir a Calblanque, (el espacio natural que tanto amo).

Pasado ese primer momento, ya más sosegado, me preguntaba por qué esta reacción. Algo me había conectado con la vida y con mi misión en ella. Con una parte importante del sentido de mi propia vida. Con mi «IKIGAI«.

No sé si en alguna ocasión lo he nombrado, en todo caso lo hago ahora. Mi forma de ver a las personas y a mi mismo es un reflejo de mi mirada hacia los grupos. Quiero decir, que nos veo a todas y cada una de nosotras como un «grupo con piernas». Al fin y al cabo no dejamos de ser un conjunto de «voces» que parlotean en nuestra cabeza. Una serie de «personajes» (roles) que actuamos en según qué espacios y situaciones. Una miríada de emociones que se expresan de cientos de formas. Voces, personajes y emociones, que aun habitando una misma persona, discuten, se contraponen, se confunden, se escuchan o no las unas a las otras. Lo dicho… «un grupo con piernas», al que además podemos aplicar las herramientas de la facilitación. Pero esto es otro tema.

Pues eso, y que como tal hombre-grupo, cuando lo que pienso, siento y hago resulta ser congruente con mi «ikigai» pues pasa lo que pasa. Toda la vida a tu alrededor parece cobrar sentido. Se alinea con tu propósito y sientes un «subidón». Por supuesto, es lo mismo que ocurre en los grupos reales de personas. Momentos únicos y mágicos que, al ser compartidos, se transforman en experiencias inolvidables.

No quiero decir con esto que no tenga mis zonas oscuras. Mis sombras me acompañan en mi día a día. Incluso cuando voy a Calblanque. Soy consciente de ello. ¡Ay si esas playas pudieran contar todo lo que me han «oído» decir a solas o en compañía! Pero hoy no quiero descabalgarme de este corcel que me ha salido al encuentro.

Y sí, este comentario me ha conectado con el cuento de «El incendio y el colibrí» porque de alguna manera refleja un aspecto de mi bastante arraigado en mi carácter. Esa sensación de hacer lo que uno debe hacer. No con ese sentido de la obligación, del tener que hacer por cultura, moral, tradición, miedo o yo que sé qué. Sino desde lo que te nace hacer desde lo profundo.

Así que, aquí ando, escribiendo semana a semana; poniendo en marcha las actividades que puedo sostener lo más honestamente posible; procurando compartir con mi entorno lo que he aprendido; intentando facilitar la vida de las personas que me rodean o entran en contacto conmigo; y cómo no… también, como dije anteriormente, cabalgando mis «dragones», que también los tengo.

En fin. Haciendo mi parte.

 

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4 comentarios en «El colibrí»

  1. Gracias Ángel por compartir Lo aprendido y por intentar facilitar la vida de las personas que te rodean. Un abrazo desde Egipto!

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