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Retroalimentación.

Vecinos en la calle

Esta mañana encontré en el «caralibro» (facebook) la foto que he puesto en la cabecera de este artículo. Al verla, en seguida evoqué mi infancia y pensé… «¿cómo hemos podido perder este tipo de actividad social que era tan beneficiosa?». Reflexionando sobre el tema, me di cuenta de que esta pérdida tiene que ver con el concepto de retroalimentación que manejamos en Facilitación. Con él tratamos de explicar como se genera la cultura grupal o social.

No sé si alguna vez os habréis preguntado ¿por qué es como es la cultura social en la que vives? ¿Cómo ha llegado a ser así? En dónde, cuándo, cómo y quién ha decidido que: debemos celebrar la Navidad; los hombres y las mujeres deben vestir distinto; consideramos como conveniente saludar al llegar a algún sitio; ciertos valores son deseables y otros no.

Al preguntarnos esto, también podemos tomar conciencia de que hay algunos rasgos culturales más universales que otros. Así, saludar al llegar a un sitio o la diferenciación en la ropa en función del género, se dan prácticamente en todas las sociedades. Otros son más locales, regionales o pueden estar vinculados a un país o continente. Por ejemplo, celebrar la Navidad, se circunscribe a las sociedades en las que prevaleció el cristianismo.

Pues una de las grandes razones para que todo esto y otras muchas cosas sean así, es la retroalimentación. Es decir, una especie de «selección natural social» basada en la repetición de conductas, hechos y actividades que en determinados momentos pueden ser consideradas como beneficiosas. Enmarco el hecho de que es una valoración social vinculada a un momento determinado que luego puede perdurar en el tiempo. También, que a la larga, pueden ser o no ciertos esos beneficios que se le presuponen. O puede que en ese momento social sí los tuviese y luego quedan desfasados y se transforman en un lastre.

Pero para aterrizar todo esto que estoy diciendo, quiero hacerlo con ejemplos concretos. Algunos de ellos salieron hace unas semanas en la sesión de los «Encuentros entorno a la Facilitación», en la que abordamos el tema de la cultura de los grupos.

Empezaré con un ejemplo médico. Cuando una persona tiene un cáncer, las células cancerígenas se reproducen si no hay nada que se lo impida (retroalimentación), hasta extenderse y alcanzar a otros órganos a través de la metástasis. Lo que en un principio es ínfimo, si el sistema inmune y la apoptosis no se lo impide, puede llegar a ser masivo y destruir a la persona y con ella al mismo cáncer.

Tomando este ejemplo como guía, tal vez sea esto lo que está ocurriendo a nivel mundial en nuestra sociedad con la destrucción del medio ambiente. En este caso el medio ambiente sería el cuerpo y los hombres al cáncer.

Pero pongamos un ejemplo menos dramático y más positivo. Hace algún tiempo, tuve la oportunidad de pasar una corta temporada en Lakabe. Una eco aldea con un proyecto de vida en comunidad que perdura ya más de 30 años. Allí residen algunas de mis profesoras y compañeras de formación y amigas.

Mi estancia allí coincidió con el plenilunio. Esto me dio la oportunidad de participar en una tradición/actividad que se repite con la Luna llena. Consiste en una cena/fiesta en la que encienden los hornos y son los niños los que, con ayuda de algunos adultos, preparan pizzas para que cene toda la comunidad. Al fin y al cabo la Luna llena no es mas que una pizza de esas que los buenos pizzeros lanzan al aire girando la masa cuando las preparan. Se ve que a alguno se le fue la mano.

Sin conocer a fondo la génesis de esta tradición, puedo imaginar que, en algún momento del pasado, alguien o «alguienes» decidieron de forma puntual celebrar una fiesta una noche de Luna llena. Y pensaron que podrían ser los peques de la comunidad los que prepararan la cena para todas. Así se potenciaría la cohesión grupal, se ajustaría el equilibrio entre el «dar y el recibir», se pondría en valor la auto-responsabilidad de todas las personas en el sostén comunitario, y además se vincularía todo esto a un evento natural al que, en general, apenas le prestamos atención.

Imagino que, como aquella primera ocasión resultó ser un gran éxito, se decidió volver a repetirla en los plenilunios. A fuerza de repetir y repetir (retroalimentación), quedó establecida esta actividad como una tradición que ahora forma parte de la cultura local de Lakabe.

Pues en nuestras complejas sociedades, muchos elementos de nuestra cultura, si no todos, han tenido una génesis de este tipo.

Ahora, quiero poner el foco en una controvertida tradición cultural muy española. Los toros. No me interesa tanto la génesis de esta tradición, de la cual se puede encontrar muchísima información en internet. Me interesa más que nos preguntemos por su futuro.

En mi opinión, dependerá de la retroalimentación. Si socialmente no tuviera mucho respaldo, las plazas se quedaran medio vacías en los eventos taurinos haciéndolos inviables económicamente, no hubiera mucha difusión a través de los medios, etc. Es decir, si apenas hubiera retroalimentación, creo que al final, pasaría a formar parte de otras extintas tradiciones históricas nacionales. Pasado el devenir del tiempo se vería como una antigua curiosidad del folclore de nuestro país.

Por el contrario, si el apoyo mediático y social a los toros sufriera un fuerte apogeo, creo que, por desgracia, aun con las leyes europeas de protección animal, no podría impedirse la persistencia de este tipo de festejos.

Para concluir quiero compartiros que, la casa en la que nací y en la que pasé mi infancia, tenía justo enfrente los altos muros de la plaza de toros de mi ciudad. De hecho la misma plaza de toros fue espacio de diversión y juegos para mi. Era amigo de los hijos del conserje de coso taurino, lo que me permitió pasar muchísimas horas jugando por todos los rincones del recinto.

Mi padre era un gran aficionado a la «fiesta nacional». Yo pude ver bastantes corridas de toros en mi infancia en las que, para ser sincero, lo pasaba bastante mal. Como empatizo hasta con las piedras, podéis imaginaros lo que suponía para mi ver lidiar y sufrir a aquellos enormes animales.

Así que quiero «mojarme» con este tema y declarar que me considero NO taurino. Es decir, soy de esas personas que no retroalimentarán esta actividad. Y es así, retroalimentando o no en nuestro quehacer diario como entre todas creamos nuevos elementos culturales o hacemos que desaparezcan otros, como el de la imagen del principio. Por esto prestad atención en lo que ponéis «energía».

Recuerdo un axioma que me gustó mucho que nombrábamos en mi etapa quincemayista que decía: «más importante que lo que haces con tu voto el día de las elecciones, es lo que haces con tu dinero día a día». Es decir, si no quieres explotación laboral no compres productos de empresas que lo hagan. Si quieres cuidar el medio ambiente no compres productos que se fabriquen sin tener este aspecto en cuenta.

En definitiva y cambiando la palabra dinero por «energía», en lo que ponemos dicha «energía» lo potenciamos y en aquello de donde la retiramos lo debilitamos. Dadle vueltas a esto en relación a vosotras y a potenciar o debilitar aquellas cosas de vuestra cultura que os gusten o disgusten.

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4 comentarios en «Retroalimentación.»

  1. La foto que encontraste en Facebook (marca registrada), parece haber sido tomada en Amberes (Bélgica) hacia 1950. Los fotógrafos también obtienen retroalimentación cuando se reconoce su trabajo 😀
    Es buena pregunta cómo hemos podido perder esa costumbre pero prefiero preguntarme cómo podemos recuperarla. En mi caso, hace meses compré una mesa y un par de sillas para recuperar el lado norte de mi casa y la instalé en una pequeña terraza que da a la calle. Ahora, en lugar de limitarme a usar la mesa de mi patio, paso algún tiempo en esa otra que tiene contacto visual y sonoro con la gente; me sorprende ver la actividad que hay allí y cómo he podido saludar a vecinos que hacía años que no veía. Es cuestión de tiempo —y de viruses— que alguien se detenga a charlar un rato.
    Un saludo.

    1. Pues llevas toda la razón Pepe. Debería haber hecho referencia al autor de la foto. Lo tendré en cuenta a partir de ahora.
      He intentado volver a localizar la imagen en Facebook para plasmar esa información pero no lo he conseguido. Parece que tú si la tienes, si es así házmela llegar y la incluyo.
      Respecto a cómo recuperar esas tradiciones, actividades, actitudes, valores, etc, creo que en el artículo lo digo. Es cuestión de que se ponga «energía» en ello como haces tú con eso que nos compartes de usar el lado norte de tu casa. En lo que se pone energía se potencia, en lo que se quita se debilita. A ver si más personas copian tu idea.
      Saludos.

  2. Muchas gracias Ángel por un nuevo artículo que me viene como anillo al dedo para mis diversas luchas.

    En concreto, como antivacunas, el fenómeno de las vacunas ha sido siempre, históricamente, tan controvertido como está siendo esta mal llamada vacuna contra la COVID-19. Las vacunas, con muy poca base científica y sí mucha confusión y «borreguismo», forman parte de nuestra cultura, un engaño político y económico tan arraigado en nuestra cultura, que son muy pocos los que nos atrevemos a cuestionarlas, y ese cuestionamiento provoca más retroalimentación aún a su favor.

    Es cierto, como dices en tu artículo, que tod@s nosotr@s tenemos el poder para dejar de retroalimentar y así acabar con estos elementos culturales, sin embargo, cada vez tenemos menos poder. Esta plandemia ha demostrado que ciertos elementos culturales cuentan con un respaldo tan poderoso por parte de los poderes globales, que son capaces de «fabricar» esa retroalimentación a base de miedo principalmente. Han sido tantos los años de retroalimentar la idea de que los virus son patógenos, que ya forman parte de nuestra cultura y por más que la ciencia, la buena ciencia, se afane en demostrar que no es así, la cultura ya hace su trabajo, como un virus, de autorreplicación del mito.

  3. Elia de los Ángeles Caldelas

    Muchas gracias,
    Me ha gustado la foto, la forma en que nos comunicas tus experiencias y sobre todo la reflexión que me dejas al final.
    Ahora que vivo en Alejandría y que no leo el árabe me cuesta más trabajo leer las etiquetas y saber si es pro medio ambiente o no. Lo que sí mantengo firmemente es ni comprar en Amazon, ni comprar productos enlatados, ni aerosoles y cuidar el agua!
    En estos pequeños detalles y el de cuidar mi forma de relacionarme con los demás desde la empatía y el amor hago mi contribución a la vida.
    Un abrazo,
    Te recuerdo con cariño en las charlas que nos dieron dentro de la Facilitacion de Grupos con Paloma. Saludos para Lola.

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