Cuando tratamos de definir o interpretar qué es la realidad la Facilitación acude a Arnold Mindell, uno de nuestros referentes. Los tres niveles de la realidad es la propuesta que hace Mindell para explicar el mundo que nos rodea. Esta forma de «ver el mundo» no deja de ser una herramienta de trabajo que nos ayuda a explicar la fenomenología que podemos observar al trabajar con grupos. No pretende contradecir lo que la ciencia nos dice sobre el mundo físico. Tampoco se opone a la interpretación que sobre este tema vienen planteando diferentes corrientes religiosas o filosóficas. Más bien, en mi opinión, podría incluirlas a todas en la línea marcada por Ken Wilber, otro de nuestros referentes.
¿Y cuál es esta visión de la realidad que plantea Mindell?
Empezaré por nombrar cuáles son los tres niveles de la realidad que nos propone. Estos son: la realidad consensual o consensuada, el mundo de los sueños y el nivel de la esencia o esencial.
Para ayudarme a explicar este marco de referencia suelo usar una metáfora gráfica.
Imaginemos el océano. Un océano cristalino, basto y tan profundo que la luz apenas alcanza su fondo. Si pensamos en esta imagen, la superficie del océano correspondería a «la realidad consensual»; la masa de agua intermedia representaría «el mundo de los sueños» y las profundidades abisales el «nivel esencial».
Expliquemos cada una de ellas.
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La realidad consensual o consensuada (superficie del océano).
Corresponde a la realidad que se puede medir y cuantificar. Relacionada con nuestra experiencia cotidiana, objetiva y compartida. Aspectos de la realidad sobre los que podemos alcanzar consensos. Es el mundo de todo lo que normalmente consideramos «real» y en el que se dan todos los juegos de las polaridades. El espacio de la diversidad de razas, nacionalidades, género, creencias, niveles sociales, riqueza, orientaciones sexuales, corrientes políticas, etc.
Cuando las cosas van bien hacemos referencia a una superficie del mar en calma. Entonces, vivimos en un periodo de paz. Tenemos trabajo y comida en nuestra mesa. Personas con las que compartir la vida. Posibilidades para formarse. Un hogar en el que vivir. Ciertos caprichos que nos podemos permitir. Estamos saludables, etc.
Por el contrario, si las cosas nos van mal nos referimos a ese mar encrespado de los problemas más o menos importantes de nuestra vida diaria. Falta de dinero o de trabajo. Una enfermedad. Problemas relacionales con amigos, familia o hijos. Un divorcio. Conflictos laborales o de empresa. Una muerte de un ser querido. Una guerra o conflicto armado. Un desastre natural.
Habitualmente nos encontraremos con una mezcla cambiante de todo este tipo de acontecimientos que hará que la superficie del mar se agite más o menos. Que pase de una simple marejadilla a una galerna para volver a la calma más tarde.
Este es el proceloso mar de nuestro día a día. La superficie marina que balancea el frágil bote que habitamos.
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El mundo de los sueños (masas de aguas intermedias).
Aquí hacemos referencia a las experiencias y sucesos a los que normalmente no prestamos demasiada atención. Nuestras creencias y valores. Nuestros juicios hacia fuera y hacia nosotras mismas. Nuestro diálogo interno. Dobles señales al recibir o enviar información. Nuestros sueños y proyectos. Los miedos y preocupaciones. Nuestras emociones y sentimientos. Sensaciones corporales. Los roles que jugamos sin ser conscientes de ello. Los mitos de individuos u organizaciones que tenemos interiorizados. Acontecimientos históricos transgeneracionales que nos determinan sin saberlo. En fin, todo lo que nuestra cultura ha impregnado en nosotras.
Son esas corrientes submarinas que nos llevan de un lugar a otro casi sin darnos cuenta. Esos afectos o desafectos que nos vinculan o desvinculan de otras personas. Nuestros sentimientos más permanentes; el amor a tus hijos, a tu pareja, a tus padres. Esa forma de actuar más o menos alineada con tus valores y creencias. Esas señales de nuestro cuerpo que pasan desapercibidas y que pueden llegar a transformarse en una enfermedad grave o crónica. Esa convivencia diaria con nuestras «sombras» que nos desconectan del presente y nos llevan a la neurosis. Esos proyectos vitales que tiran de nosotras para formarnos en algo que nos motiva. Dedicarnos a una profesión que nos hace feliz. Formar una familia. Todos aquellos miedos que, sin ser conscientes, nos paralizan sin entender muy bien por qué.
He aquí nuestra particular corriente que, más o menos influenciada por lo que sucede en la superficie, nos arrastra en el devenir de nuestra vida.
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El nivel esencial (profundidad abisal oceánica).
Este nivel está vinculado a la «visión del testigo» desde la cual podemos observar nuestra realidad y a nosotras mismas inmersas en ella. Desde ahí podemos mirar sin juicio y entender lo que pasa. Dar respuesta a los «para qué» de lo que sucede. Conectar con el origen de nuestras heridas, de nuestras emociones. Encontrar soluciones inesperadas y creativas fruto de esta perspectiva. Es una capa sutil de la experiencia previa a cualquier manifestación en el mundo material. Lo que en algunas tradiciones espirituales podría llamarse «unicidad», sensación de completitud, lo que nos conecta con «la totalidad». Es el nivel más transpersonal, espiritual y trascendental de la realidad.
Aquí entramos en contacto con lo profundo del océano. Con la quietud, el silencio y el vacío. La oscuridad que hace que nuestra mirada se dirija hacia adentro al no poder fijarse en lo externo por la falta de luz. El encuentro con lo más hondo y recóndito de una misma. Todo lo que nos iguala con las demás. Lo común a todas las personas. El fluir de la vida humana y de cualquier otro tipo. La unicidad con nuestro planeta, con Gaia, con el Universo. El ser uno con Dios en cualquiera de las formas en que lo concibas.
Y este es efectivamente el mundo de la esencia, de la no polaridad que impide cualquier movimiento, del vientre universal del que emerge todo y del que todas formamos parte.
Hasta aquí mi explicación de los tres niveles de la realidad. Pero no quiero concluir sin aterrizar este espacio teórico a la práctica de la Facilitación. En concreto al paralelismo que podríamos establecer entre estos tres niveles de la realidad y por ejemplo, aunque no sólo, la resolución de conflictos.
Según yo lo veo, en la resolución de cualquier conflicto, sean interpersonal o grupal, lo que hacemos es realizar una inmersión desde la superficie de las polaridades, atravesando las corrientes de las emociones hasta conectar con lo esencial, con lo que une, con lo que nos iguala al reconocer la humanidad de la otra persona en mi. Sólo así podemos nadar otra vez hacia la superficie y emerger con una nueva perspectiva que nos permite llegar a alguna resolución.
Dicho de otro modo. Cuando observamos un conflicto, lo que vemos es la superficie del océano. Ese mundo de posiciones, argumentos, malas caras, polaridades, palabras inconvenientes. Vaya, unas olas batiendo contra otras.
Por debajo se mueven las corrientes adversas de los intereses ocultos, los miedos, el dolor, el rencor, la angustia, la desconfianza,… que levantan muros alejando a las personas unas de las otras. Pero también están las corrientes favorables de la esperanza, el reconocimiento, la apreciación, las ganas de acabar, de descansar, el deseo de un acuerdo, la posibilidad de entendimiento, de dormir tranquilas… que extienden puentes entre ellas.
Descendemos atravesando las primeras, dejando salir toda esa «energía» acumulada, descargando el «campo», como diríamos las facilitadoras. Y si somos capaces de hacer conectar a las partes con la esencia; si logramos que se miren desde la empatía y conecten con la vida que bulle detrás de sus ojos, entonces y sólo entonces, podemos ascender impelidos por las corrientes favorables hasta la superficie para establecer un acuerdo que satisfaga a todas.
Para concluir, decir de forma muy somera que, en mi opinión, hay una relación directa entre este planteamiento de la realidad de Mindell y la Teoría «U» de Otto Scharmer, otro más de nuestros referentes. Pero esto lo dejo para tratarlo en otra ocasión.
Dedicado a la Unidad de Mediación Intrajudicial de Murcia (UMIM)
y en particular a Mª del Carmen Marín (Jefa de la Unidad de Mediación Intrajudicial del Tribunal Superior de Justicia de la Región de Murcia)
Excelente, muy claro. Y totalmente de acuerdo con la relación que existe entre el planteo de Mindell y Scharmer.
La presencia es la invitación a conectar con el lugar desde donde actuamos, los más profundos abismos, el lugar de la unicidad.
Gracias Ángel.
Me alegra poder contribuir a traer claridad a la hora de explicar este tema que no siempre es fácil, sobre todo cuando abordamos el «nivel esencial» para el que no nos asisten las palabras.
También me pone contento saber que coincides conmigo en el paralelismo en este tema entre Mindell y Scharmer, más viniendo de ti Ana, que me introdujiste en la teoría «U» en aquel taller en Madrid.
Saludos desde el otro lado del OCÉANO (mejor traído imposible).