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El rol del facilitador. Un emergente grupal.

Batman saliendo de un huevo

Cuando trato de explicar qué es esto de la facilitación suele costarme trabajo hacerlo. El rol del facilitador surge como una necesidad natural de todo grupo. Ya va habiendo mucha literatura al respecto y al mismo tiempo también mucha confusión, pues esta palabra tan genérica suele utilizarse en múltiples y diversos ámbitos profesionales y no profesionales.

Según la RAE, facilitar tiene dos acepciones:

  1. Hacer fácil o posible la ejecución de algo o la consecución de un fin.
  2. Proporcionar o entregar.

Atendiendo a esta definición todas las personas actuamos el rol del facilitador en algún momento de nuestras vidas. De hecho suele ser un rol que emerge orgánicamente en infinidad de situaciones diarias. Si te preguntan la hora por la calle, o por una dirección, dónde está un comercio o un monumento de tu ciudad,… solícitas solemos intentar responder a esta demanda. Si vamos sentadas en el transporte público y vemos a alguna persona que por sus características puede necesitar un asiento (persona mayor, con alguna disfunción física, etc) también puede que nos animemos a cedérselo. En estas o en otras situaciones diarias estamos actuando como facilitadoras.

Si analizamos con algo más de detalle y profundidad estas situaciones y lo común que hay en ellas, podemos darnos cuenta de que en todas ellas estamos intentando cubrir una carencia. La falta de asiento en el transporte público, la ausencia de reloj o de un plano si buscas algo en una ciudad desconocida, o incluso en este último caso, una carencia personal como podría ser la dificultad para orientarse.

Si la demanda se hace amablemente, rara vez nos resistimos a intentar cubrirla. De no ser así, puede que sean nuestras prioridades de ese momento las que nos hagan declinar el hacerlo (ir con prisas, estar agotado para levantarnos del asiento, no tener un reloj, etc). Pero en general, a todas nos complace ayudar a las demás personas. Casi de forma instintiva e inconsciente aparece ese «hoy por ti, mañana por mi» que nos induce a ser colaborativas.

De hecho, gran parte de los servicios que usamos están basados en esta necesidad de apoyo mutuo interpersonal, de apoyo social, de apoyo estatal. Es obvio en algunos de estos servicios como pueden ser la sanidad, la educación, la seguridad, la judicatura, etc. Pero también gran parte, si no toda, de la actividad económica tiene en su raíz esta necesidad de facilitar la vida de las demás. Los comercios nos facilitan, en la segunda acepción del término (proporcionar o entregar), los alimentos, ropa, combustible, vivienda, medicamentos, etc, que necesitamos para vivir.

De hecho, por mucho que la tecnología avance, sigue estando en lo profundo de ella este facilitar en el sentido de «hacer fácil o proporcionar». A poco que nos fijemos en las diversas plataformas que tenemos hoy en día a nuestra disposición, nos daremos cuenta de ello. Unas más mercantilizadas como pueden ser amazon, alibaba, etc; otras con un espíritu más colaborativo como blablacar, airbnb, etc; otras encaminadas a la interconexión personal comos las redes sociales;… podríamos seguir nombrando infinidad de «herramientas» que la tecnología pone a nuestra disposición para hacernos «más fácil» la vida.

¿Pero qué tiene que ver todo esto con la facilitación tal y como la entendemos en nuestra profesión? Volvamos a dos conceptos que han aparecido anteriormente: carencia y colaboración.

Suele ser común que cuando las personas nos juntamos para alcanzar un objetivo común (familia, empresa, cooperativa, asociación, etc) surjan infinidad de situaciones en las que ciertas carencias induzcan a la colaboración. Suelen ser situaciones en las que, sin esperarlo, el caos se hace presente. Al mismo tiempo emerge alguna o algunas personas que tratan de poner orden, clarificar y ayudar a transitar esos momentos que nos generan incomodidad, incertidumbre o incluso ansiedad.

Pongamos un ejemplo real que me sucedió hace poco. En mi formación de Gestalt teníamos previsto realizar un módulo residencial de 4 días sobre sexualidad. Ya teníamos fijadas la fechas en las que todas las alumnas podíamos acudir. Pero justo la semana anterior a la fecha de la formación, por la evolución de la pandemia, las autoridades decretaron unas normas relacionadas con los espacios de reunión que nos impidieron realizar este módulo como estaba previsto.

Esto provocó en el grupo bastante incertidumbre. Inmediatamente empezamos a barajar otras fechas. Queríamos poder asistir todas. En unas las profes no podían, en otras éramos nosotras las que no. No había claridad en cómo tomar la decisión. No existía un método o estructura para ello. Aunque todas queríamos asistir ¿cabía la posibilidad de que se hiciera sin alguna compañera? Estaba claro que las profesoras sí o sí tenían que acudir. Empezaron a surgir diversos argumentos que no es preciso nombrar ahora pero que seguro ya están en vuestras cabezas.

El caso es que, ante este pequeño caos, algunas personas trataron de ayudar (facilitar) a resolver la situación. El rol del facilitador trató de tomar la palabra y sostener al grupo. Ante la carencia de una estructura organizativa que pudiera sostener esta toma de decisión, espontáneamente aparecieron personas que desde el querer ayudar y colaborar querían facilitar este proceso. Y sí, este es precisamente nuestro trabajo. A esto nos dedicamos las personas que trabajamos en la facilitación.

No se trata de entrar en el fondo de las cuestiones sino más bien ayudar a los grupos en sus dinámicas de trabajo, relacionales o estructurales. Nuestro trabajo tiene que ver con poner de manifiesto y ayudar a cubrir carencias que pueden generar caos y conflictos en los grupos. Nos encargamos de gestionar esos momentos de dificultad poniendo al servicio del grupo diversas «herramientas». Nos ponemos nosotras mismas a disposición de lo que ocurre en cada momento con presencia, escucha y creatividad. Es para actuar desde el rol del facilitador para lo que en definitiva nos formamos y entrenamos.

Hoy en día hay diversas escuelas a nivel mundial que buscan preparar a las personas para esta profesión (Dragon dreaming; Teatro de la presencia social; Trabajo de procesos; Teatro del oprimido; Desing thinking; Holocracia; Facilitación sistémica, etc). Escuelas que usan diferentes técnicas con sus propios fundamentos teóricos. Todas las personas que se forman en estas disciplinas podrían ser llamadas facilitadoras.

Aun así, la formación que imparte IIFACE es un compendio de muchas de ellas reunidas bajo el término de «Facilitación de procesos de grupo» que sigue enriqueciéndose con todo aquello que pueda ayudar a una organización a, como dice la definición de la RAE… «hacer fácil o posible la ejecución de algo o la consecución de un fin». Pero con algo que en mi opinión nos diferencia en el rol del facilitador, una especial atención al cuidado de las personas que son parte de dichas organizaciones.

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