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¿Por qué no vamos todas juntas?

Ir todas juntas

Un buen amigo me animó esta semana pasada a abrir un canal en Telegram para seguir difundiendo mi web, mi blog y mis actividades. De esta manera puedo interactuar más directamente con las personas que estén interesadas en la Mediación y la Facilitación. Como primera interacción me propuso un par de asuntos para tratar en mis artículos. Esto me vino muy bien pues, como decía la semana pasada en «Una nueva forma de estar en el mundo», a veces me cuesta decantarme por un tema. Así que hoy abordaré la cuestión… «¿por qué no vamos todas juntas?» propuesta por mi amigo.

En estos tiempos socialmente tan polarizados conseguir la unidad de acción incluso con personas que piensan de forma parecida es difícil. Es obvio que resonar con ideas contrarias o diversas implica la formación de grupos contrarios o diversos. Hasta aquí nada nuevo bajo el Sol. Así ha sido, está siendo y posiblemente será en un futuro. Pero ¿por qué ocurre esto incluso con colectivos que, en principio, parecen compartir una forma de ver y entender las cosas y por lo tanto de actuar en consecuencia? Quizás no haya tantas coincidencias.

Para tratar de responder a esta cuestión tomaré de referencia mi propia experiencia. Para hacerlo me centraré en un grupo que me viene a la cabeza pero que por guardar la confidencialidad no nombraré.

Como ya sabréis los que seguís mis publicaciones, la Facilitación dice que los grupos van más allá de las personas que los forman. Son entes que de alguna manera tienen «vida propia», y como cualquier otro ser vivo tiene sus fases de desarrollo (ver «Etapas del desarrollo grupal de Tuckman»). A lo largo de ese proceso vital son innumerables las cosas que pueden pasar para que un grupo, proyecto, organización o empresa muera en el intento de alcanzar sus objetivos.

La situación actual de este grupo es que está muy activo y enfocado en su propósito. De hecho está haciendo una labor social magnífica alcanzando sus objetivos y satisfaciendo las necesidades de sus miembros. Además con una proyección que va más allá de su propio ámbito.

Recurrieron a la Facilitación en un momento en el que el proyecto estaba a punto de zozobrar. Cuando iniciamos el trabajo con ellos lo enfocamos en dos aspectos: darles algunas herramientas de gestión que pudieran integrarlas en su cultura de grupo y, lo que era más importante en ese momento, apaciguar y reconducir las tensiones relacionales de sus miembros.

Iniciamos un proceso que ha durado entre dos y tres años y en el que los conflictos han sido recurrentes (storming – Tuckman). Cuando el grupo estuvo maduro para afrontarlo, emergió lo que en el fondo estaba creando toda esta marejada. Básicamente no había un consenso sobre la metodología y procesos a seguir para alcanzar sus objetivos, su visión y misión.

Afortunadamente, cuando esto adquirió el peso suficiente se llegó a un punto álgido del proceso y la comunidad tuvo que alinearse y decantarse por una de las metodologías propuestas. Esto tuvo dos consecuencias, por un lado una parte del grupo se marchó, por otra, los que quedaron son los que en este momento sostienen con éxito el proyecto. Hasta tal punto que, han integrado en su cultura de grupo muchas de nuestras propuestas y por suerte, no están necesitando nuestro apoyo.

Las personas que lideran ahora esta organización funcionan desde el «elderazgo» poniendo su energía y formación (algunos tienen conocimientos de Facilitación) al servicio general del grupo, buscando el cuidado, la inclusión y la participación de todas en la toma de decisiones y la propia acción. En ese sentido se han dotado de estructuras organizativas y operativas simples y eficaces que sostienen al grupo y evitan la utilización del mismo para intereses particulares.

Además el entorno socio-político les apoya o por lo menos les deja hacer. Al mismo tiempo mantienen un buen equilibrio entre el dar y el recibir. El apoyo externo es compensado por lo que hacen.

¿De qué manera contesta esta experiencia a nuestra pregunta inicial?

Pues desde mi perspectiva nos dice algunas cosas. Para ir juntas:

  • Es imprescindible tener una visión/misión y objetivos claros y compartidos por todas a nivel individual de forma que de verdad se sientan como propios.
  • Hace falta que también se esté de acuerdo en los procesos y formas de alcanzar esos objetivos.
  • Se va a necesitar madurar como lo hace un adolescente, a través de la conflictividad. Cuando antes se asuma que hay que pasar por esa fase, mejor gestión se podrá hacer de la misma y antes tendremos un grupo maduro y operativo.
  • La conflictividad puede ser recurrente y entraña los mayores peligros de que el proyecto zozobre. Lo cual implica tener establecido un protocolo para gestionar dicha conflictividad.
  • La transparencia es fundamental. Nada de intenciones o agendas ocultas.
  • Debe haber una buena gestión del «elderazgo» entendido como un liderazgo al servicio del colectivo.
  • Se deben generar para la organización estructuras robustas que apoyen la gestión de las personas y la protejan al mismo tiempo de ellas mismas (egos, intereses particulares, necesidades individuales, etc).
  • El entorno y el contexto donde se desarrolla el proyecto debe ser favorable, o como mínimo que sus resistencias y límites puedan ser abordables.

Quizás podría nombrar algunos aspectos más, pero de forma general creo que los hasta aquí expuestos pueden ser suficientemente orientativos.

Falta decir que otra forma de ir juntas es la fundamentada en el miedo y las estructuras de terror. Obviamente no es el camino que propone la Facilitación. Se aleja por completo de uno de nuestros valores fundamentales, el cuidado, y en concreto el cuidado de las personas. Además entendemos que la historia nos demuestra que este camino no es perdurable. Sólo los grupos que funcionan de forma orgánica a imitación de un ecosistema en equilibrio pueden ser perdurables. Los demás, tarde o temprano decaerán.

Dedicado a Santi.

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2 comentarios en «¿Por qué no vamos todas juntas?»

  1. José Antonio Izquierdo Bueno

    Gracias Ángel, tus reflexiones son un oasis en la sociedad actual, cada vez más parecida a una distopia literaria en donde el individualismo y la «depredación» de cualquier cosa, territorio, recursos e incluso personas se impone como modus operandi, despreciando la empatía, el altruismo, la verdadera generosidad y tantas otras cosas positivas para la colectividad.

    1. Muchas gracias Jose Antonio. Tus palabras me animan a seguir manteniendo mis actividades y publicaciones. También me nutren e inspiran para escribir mi próxima publicación. Estate atento, esta va por ti. Saludos.

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