«Podéis organizaros como queráis, siempre que el trabajo salga adelante». Bien, ¿no? En principio parece una frase muy adecuada, sobre todo si te la dice tu jefe. ¡Qué gusto poder atender a las tareas sin que él esté detrás tuya! Pero…, ¿encierra algún peligro?
Vayamos a un caso real. Pongámosle contexto a esta frase.
En esta empresa, durante mucho tiempo en la plantilla había suficiente personal para atender la carga de trabajo.
En los momentos de sobrecarga, si los empleados han tenido que quedarse algo más de tiempo para acabar las tareas lo han hecho. Esto sin contraprestación económica de por medio, es decir, nunca se pagaron horas extras. Esto ocurría sin que los jefes tuvieran que pedirlo, al fin y al cabo los empleados “pueden organizarse como quieran”.
Es verdad que si en algún momento alguien necesitaba salir antes o tomarse una tarde, un poco a regañadientes, los jefes solían concedérselo. Pero en proporción esto no compensaba lo otro, pues había miedo a la hora de “pedir” y por lo tanto se hacía sólo en momentos de verdadera necesidad.
Llega la crisis del 2008 y se reduce la plantilla a la mitad pero no tanto la carga de trabajo.
¡Ya está! ¿Lo veis? Lo llamamos “proceso o estructura emergente” cuando se está estableciendo y “proceso o estructura oculta” una vez establecida.
En este caso, el “proceso o estructura oculta” es una norma o comportamiento que se ha establecido de forma implícita sin que se haya consensuado por las partes de forma clara.
Para la Facilitación, al margen de su legalidad o no, el problema de fondo no es en sí que los trabajadores hagan horas extras sin que se las abonen, que también. Lo que de verdad está en juego es que esto pase sin que haya un acuerdo explícito y esté afectando al bienestar de la empresa en lo que a las relaciones humanas se refiere.
Nadie ha establecido, ni siquiera nombrado lo que al final es un hecho: que se trabaja fuera del horario sin cobrar ese tiempo.
¿Qué elementos conforman en este caso el proceso o estructura oculto?
Hay una creencia limitante que dice que “las cosas han sido siempre así y no van a cambiar”. Un hábito asumido que te parece injusto y te hace sentir mal. Una falta de reconocimiento al esfuerzo que se hace; un desequilibrio en el dar y recibir. Pero el principal elemento que lo determina todo es el miedo. Miedo a sentarse con los jefes y aclarar la situación.
Este proceso suele ser bastante común en cualquier colectivo. Nadie establece una norma o estructura, pero todos la hacen suya aunque esté generando incomodidades o desavenencias, cuando no, conflictos importantes.
Muchos de nuestros hábitos se establecen de esta forma y en principio no tienen por qué ser considerados ni malos ni buenos. Los problemas surgen cuando estos entran en contradicción con los propios valores, costumbres o intereses individuales o colectivos. Y lo peor es que muchas veces ni siquiera somos conscientes de qué es lo que nos está haciendo sentir mal.
Observemos nuestro quehacer diario y nos daremos cuenta de que algunas de las normas no escritas que seguimos tienen que ver con valores sociales directamente relacionados con la cultura en la que vivimos y por tanto diferentes en unas u otras. Por ejemplo las diferentes formas de saludo: inclinando la cabeza (Oriente), juntando las manos (India), dándose la mano (Occidente), con la nariz (Esquimales), etc. ¿Quién o cómo se establecieron esos diferentes tipos de saludos?
En otros casos podrían tener que ver con la propia cultura del grupo: persignarse antes de salir a la calle (Católicos), el tipo de ropa que te pones según al grupo con el que te identificas (Moteros) etc.
También podrían aparecer en el ámbito familiar: los domingos toca paella, el asado lo prepara el marido, etc. O incluso relacionadas con tus propios valores o creencias: sentir cierta incomodidad cuando algún desconocido se te aproxima demasiado, sentir cierta aversión por aspectos de la gente (tatuados, pircings).
Obviamente siempre hay excepciones que confirman la regla y estas normas no son iguales para todos, o de serlo, no las vivimos de la misma forma.
¿Qué hacer ante esta situación? Nuestra propuesta es “enmarcar” para que las personas se den cuenta de lo qué está pasando. Nunca forzar. Si no somos conscientes difícilmente tendremos posibilidad de elección. Una vez que se tiene claro de cuál es la situación seremos libres de seguir o no la “norma”, que ahora no estará oculta. Esto, claro está, si estamos lo suficientemente empoderados para hacerlo, teniendo claros nuestros límites y si estamos o no dispuestos a traspasarlos. Pero esto es tema para otra entrada.
Este video lo explica de una forma clara y divertida.
Ángel Rosendo.