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Violencia de género y Facilitación.

Estoy semidesnudo

En estos convulsos días en los que la violencia de género vuelve a estar en el centro de las noticias, me pregunto cómo puede la Facilitación contribuir, aunque sea mínimamente, a eliminar este sufrimiento.

Muchas son las acciones que se llevan a cabo cada vez que una mujer es asesinada a manos de un hombre. Se convocan concentraciones de repulsa. Las redes sociales hierven de comentarios sobre lo que habría que hacer. Las tertulias televisivas aumentan su audiencia aprovechando el tema. La clase política se ve forzada a hacer declaraciones y plantearse reformas que contribuyan a parar esta lacra. La sociedad entera habla y comenta sobre lo acontecido. Pero insisto, ¿qué podemos hacer desde la Facilitación?

No hay una respuesta fácil a esta cuestión. De primeras lo que se me ocurre decir es… traer conciencia sobre este tema. Escuchar todas las voces es imprescindible para ello. Pero más que escuchar lo que se dice en lo que llamamos “realidad consensuada” lo interesante sería ir un poco más lejos y llegar a la “segunda realidad” o “realidad de los sueños”.

¿Qué quiero decir con esto? Creo que podría aclararlo con algún ejemplo.

Cuando las personas dicen que hay que endurecer las penas para evitar este tipo de agresiones… En realidad ¿Qué quieren decir? ¿Qué necesidad se esconde tras esas palabras? Tal vez lo que necesitan y piden para todo el mundo es seguridad.

Hay otras voces que dicen que lo de endurecer las penas no sirve para nada. Que incluso en países en los que existe la pena de muerte, este tipo de delitos no disminuyen. Que quien defiende esta propuesta, en el fondo lo quiere de alguna manera es la venganza. Y volvemos a preguntarnos ¿qué necesidad se esconde detrás de la venganza? Tal vez resarcimiento del daño causado, es decir, justicia.

Otras hablan de educación psico-afectivo-sexual a las nuevas generaciones en los centros educativos y en casa. Volvemos a hacernos esta pregunta ¿Qué necesidad hay detrás de esta propuesta? Tal vez un cambio cultural a largo plazo, romper con el hetero-patriarcado, es decir igualdad.

Así podríamos seguir indagando sobre las necesidades que se esconden tras las palabras que decimos o comentamos sobre este u otros temas. Es una forma sencilla de hacer una lectura en la “realidad consensuada” y conectarla con la “segunda realidad”. Es decir con los valores de seguridad, justicia, igualdad, etc que todas anhelamos y que son el “motor” de lo que hacemos y decimos.

Las mujeres ya hace tiempo que han empezado a expresar estas necesidades de fondo y a comunicarlas a la sociedad. En los últimos tiempos movimientos como “me too” o “cuéntalo” han puesto de relieve qué situaciones sufren y qué necesitan nuestras compañeras de vida, madres, hermanas, hijas… Los movimientos feministas se han hecho notar en nuestras calles.

La misma sociedad hetero-patriarcal que las asesina también les ha permitido estar más en contacto con sus necesidades más profundas. Son ellas las que en nuestra cultura están más preparadas para expresarse desde lo emocional. En ellas esto siempre ha estado mejor visto que en los hombres. Y las emociones son el camino directo que nos conecta con las necesidades.

Pero esta misma cultura nos ha “capado” esta vía a los hombres, o al menos, nos lo ha puesto más difícil. También nosotros somos de alguna manera víctimas. Si socialmente no está muy bien visto expresar las emociones abiertamente, aun lo está menos que estas sean expresadas por los hombres. La mayoría de nosotros apenas podemos hilar dos palabras seguidas para decir cómo nos sentimos. Y eso, si somos capaces de tomarnos un minuto para darnos cuenta de cómo estamos.

Creo que es en este sentido en el que la facilitación podría hacer aportaciones en este tema. Poder empezar a hablar entre nosotros los “tíos” de cómo nos sentimos, de lo desubicados que estamos ante el empoderamiento de la mujer, de cómo gestionamos esta pérdida de privilegios que tenemos y de los que la mayoría de las veces no somos conscientes, de cómo abordar la paternidad, las tareas domésticas, el sostén económico de la familia desde la igualdad, etc.

Podemos crear espacios de comunicación seguros para los hombres donde expresarnos honestamente y conectados con nuestras emociones y necesidades. Es tiempo de juntarnos, no para contar “batallitas”, sino para mirarnos a los ojos como personas vulnerables que somos. Pero sobre todo para poder empatizar con las mujeres que nos rodean en nuestro día a día y empezar a tratarnos de verdad como iguales.

Si no hacemos una transformación personal y cambiamos nuestra mirada, difícilmente podremos generar los cambios necesarios. Y sí, claro que hay que trabajar con las nuevas generaciones, pero no podemos dar por perdidos a las personas adultas de ahora. Al fin y al cabo somos el “ejemplo” de las personas jóvenes.

“Tu libertad es mi libertad” me dijo una buena amiga no hace tanto. Apliquemos esto a todo en este tema. Que “tu miedo sea mi miedo”, que “tu responsabilidad sea mi responsabilidad”, que “tu respeto sea mi respeto”, que “tu cambio sea mi cambio”, que “tu seguridad sea mi seguridad”, que “tu violación sea mi violación” y por último, que “tu muerte sea mi muerte”.

Dedicado a Laura Luelmo, última víctima mediática por violencia de género.

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