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Aires de guerra.

Consecuencias de la guerra

Esta semana nos invitaron a presentar a una asociación lo que es la facilitación. Teníamos constancia de que las cosas no iban demasiado bien. Pero tras los primeros cinco minutos de presencia allí lo que se respiraba eran “aires de guerra”.

Infinidad de pequeños detalles se conjuraban para no dejar lugar a dudas de que, bajo esa aparente calma, todos traían sus armas afiladas. Se oían frases hablando de estrategias. No habían casi dos palabras seguidas en las que no se estuviesen haciendo juicios “indiscutibles”. Se pensaba en la distribución del poder y cómo usarlo mediante las alianzas y apoyos para imponer sus propuestas. Se criticaba abiertamente al otro “bando”. Se interpretaban como provocaciones algunas informaciones o comentarios.

Si esto ya indicaba como estaba el campo grupal, otros indicios se sumaban. Al llegar a la puerta del local, mientras se esperaba para entrar, se observaban con claridad dos grupos separados. Apenas ni un saludo entre las personas de uno y otro. Apenas unos gestos de cortesía asomaban tímidamente tras los que se percibía una tensión enorme. La gestualidad de las caras cambiaba en fracciones de segundos según estuvieran mirándose entre sí los de un bloque o cuando por algún motivo esas miradas se cruzaban con las del otro.

Un hermoso proyecto común disuelto en un mar de ácidas rencillas. Gentes con situaciones personales difíciles de sostener que en vez de darse apoyo mutuo incrementan su sufrimiento. Un sueño transformado en una pesadilla. Una educada, formal y por momentos explícita guerra entre personas que deberían estar remando todas juntas en la misma dirección.

Hay muy pocas posibilidades de intervenir desde la facilitación cuando la cerrazón campa a sus anchas. “No somos salvadores” les decía al final de mi exposición. “Al igual que una pareja funciona dependiendo de cómo interactúan ambas partes, el futuro de un grupo está en las manos, mentes y corazones de las personas que lo forman.” ¡De nadie más!, añado. Sin unas verdaderas ganas de resolver rencillas, expresar nuestro dolor y ponerse a trabajar al servicio de todas, poco se puede hacer.

Desgraciadamente, muchas veces, impotentes intuimos lo que se avecina. No deja de ser una hipótesis que suele cumplirse si no cambian las cosas. En este caso… por las características especiales de este proyecto, muchas de las personas que lo forman se ven abocadas casi sin remedio a formar parte de él. Quizás aquí con un poco de suerte, el dolor repartido entre todas hasta casi lo insoportable, produzca una catarsis. Una situación tan extrema, que lleve a pensar a todos que efectivamente hace falta ayuda.

Al final de la presentación lanzaron una “inocente” pregunta dirigida a nosotros. “Quisiera saber por qué estáis aquí”. Traducido en un “quién demonios os ha dado vela en este entierro”, nunca mejor dicho.

Dimos por supuesto que estábamos invitados por todas las personas. Agradecimos dicha supuesta invitación sin que esta fuera real. Ni siquiera estaba puesta en conocimiento de gran parte del grupo. De hecho, algunas ni siquiera nos prestaron atención.

Aquí un gran aprendizaje para nosotros. Nunca, pero nunca, te pongas al frente de un grupo sin pedir permiso. Sin asegurarte de que las personas están informadas sobre tu presencia y que, por lo menos en su gran mayoría, están de acuerdo con ella.

Y aunque es algo que sabemos por nuestra formación, como dice el refrán, “la experiencia es la madre de todas las ciencias”. ¡La nuestra no lo iba a ser menos!

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7 comentarios en «Aires de guerra.»

  1. Gracias por compartir vuestra experiencia con diversos grupos. Esta me ha llamado la atención especialmente. Es una lástima que no esté más generalizada la idea de que los conflictos representan una oportunidad. Podríamos acabar muy unidas/os si fuera así.
    Creo que en un momento dado, cuando estamos en plena lucha, creemos que dentro de nuestro bando la gente opina toda igual, cuando en realidad también allí hay muchas diferencias. Al final el bando surge por afinidad natural y acaba siendo un frente de guerra en estos casos.

  2. No es nada fácil vuestro trabajo; entiendo que algunas personas puedan considerarlo una intromisión. El ejemplo de la pareja es claro: tres son multitud.

    1. Pues sí, Pepe, no es fácil. Al mismo tiempo es apasionante porque en definitiva estamos trabajando con lo que más nos importa a todas las personas, las relaciones humanas.
      Y bueno, lo de que «tres son multitud» entiendo que es la visión general que tenemos socialmente. Me consta que hay personas ensayando nuevas formas de relaciones afectivas apartándose de los esterotipos y aprendiendo con el proceso. Lo hacen desde la honestidad, la libertad y el respeto a las otras personas implicadas y a sí mismas, aunque obviamente, esto no es para todos.

      1. No hablaba de ‘relaciones afectivas’ sino de la presencia de un testigo (profesional) en algo tan íntimo como la relación de pareja.
        Naturalmente que muy a menudo esa tercera persona puede ser utilísima, pero ha de ser aceptada sin reservas por los dos (si hablamos de una pareja de dos).

  3. Interesante post y preciosa labor la vuestra. Lo que más me gusta es el aprendizaje en positivo que os habéis llevado vosotros de una experiencia no tan positiva esta vez.
    Dice mucho de quienes sois y de hacia dónde vais.
    Confío en que los grupos nos concienciemos, cada vez más, de que es natural discernir entre nosotros y de la necesidad de una figura mediadora o facilitadora como es la vuestra.

  4. Ufff!! No he podido evitar empatizar contigo por ese momento en el que te lanzan la «inocente» pregunta. Es una labor muy difícil la tuya pero entiendo que, a la vez, muy gratificante. ¡Ánimo Ángel y estupendo artículo!

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